martes, 5 de abril de 2011

Born this way (Historia by me)

-Ngh… -refunfuñó Cunot.
Estaba en una cama tumbado y se acababa de despertar, permaneció unos segun-dos en la cama intentando recordar qué había soñado sin resultado alguno. Luego se le-vantó, cogió sus gafas y permaneció de pie mirando su figura reflejada en un espejo fragmentado tras las rejas de la celda. La celda, de tres por cuatro metros, estaba equi-pada con una cama bastante sosa, un lavabo sucio, un armario lleno de ropa y una están-tería con algunos libros muy llamativos.
En el espejo se podía apreciar el reflejo de la dichosa cicatriz que tenía en la parte izquierda del abdomen que en intervalos muy irregulares le recordaba que se en-contraba ahí gracias a unos dolores no muy agradables. A pesar de las manchas que ensuciaban el espejo, podía ver su cabello negro y corto. Sus ojos, tan oscuros que se asemejaban al cabello. Bajo éstos veía su nariz algo ancha y sus labios carnosos que no dejaban escapar ni un ápice de sentimientos. Otro día en este calabozo… Fuck off, a ver si se ponen de acuerdo de una puta vez… Cuando pensó esto se abrió la puerta y entra-ron dos hombres uniformados y se llevaron a Cunot.
Para poder entender esta situación habría que hacer uso de ese recurso literario tan explotado, no sólo en los libros, sino también en el cine, en la televisión, en los có-mics… Y ese famoso recurso es el flashback.


Todo empezó en un hospital como otro cualquiera en el que había una mujer dando a luz a un niño, se llama Darena. Junto a ella se encontraba su pareja, llamada Arm. Tras no pocas horas de contracciones, por fin asomaba la cabeza hacia un mundo corrompido por la intolerancia y la desigualdad un niño precioso nacido del amor entre dos personas que se aman, y no sólo me refiero al carnal. La pareja radiaba felicidad y euforia a borbotones.
Después de varios días de espera al final les dieron el alta a la madre y su hijo, que dormía entre los brazos de sus queridas mamás. Cuando salieron pudieron apreciar la maravillosa ciudad de Eironeia, que era capital del país Sarkazein. Una ciudad pre-ciosa, llena de monumentos y edificios heredados de civilizaciones antiguas.
Pidieron un taxi para que les llevara a su hogar. Vivían en un piso no muy lejos del centro de la ciudad. El apartamento tenía cuatro habitaciones: el dormitorio de la pa-reja y el nuevo ser, el salón-cocina, el cuarto de baño y una especia de trastero. El apar-tamento no estaba excesivamente cargado de decorado, tenía varias estanterías llenas de libros.
La pareja era joven e inexperta, pero la ilusión de tener un hijo entre las dos era tal que la inexperiencia casi no se notaba. Los padres de Darena y las madres de Arm les estaban esperando en la casa para darles la bienvenida y felicitarles.
-Hola, cariño –dijo uno de los padres de Darena.
-Bienvenidas –dijeron las madres de Arm.
El otro padre de Darena no era muy hablador, pero se le podía notar la felicidad gracias a esa gran sonrisa que no podía ocultar.
-Gracias por venir –dijo Arm con una sonrisa de oreja a oreja.
Y con las típicas conversaciones de madres primerizas termina la historia del nacimiento de Cunot. Perdonad por haberme ido tan atrás en el tiempo, pero todavía seguimos en el flashback, aunque daremos un salto temporal algo grande.


Tenía quince años cuando empezaron a aflorar los cambios de la pubertad.
Era viernes y estaba sentado al lado de Toria, un chico rubio, con los ojos azules, esbelto y algo bajito. Un chico bastante guapo, vamos. Estaban dando clases de Histo-ria, algo que no le entusiasmaba demasiado a Cunot. Pero esa clase no iba a ser del todo aburrida.
Toria arrancó un trozo de papel de la parte de atrás de su cuaderno y con la mano temblorosa escribió:
-“Hola, Cunot, haces algo esta tarde? ^w^”
A lo que Cunot respondió:
-“Nada en especial, por?”
-“Es que me gustaría saber si podrías quedar conmigo.”
-“Bueno, vale, será divertido ^^”
Quedaron en casa de Toria para jugar a un nuevo videojuego. Estaban los dos solos, ya que los padres de Toria se habían ido a visitar a sus abuelas. Allí empezaron a jugar a la nueva consola Playcube 2. Toria se encontraba nervioso, tenía un plan infali-ble que llevó a cabo en el acto. Se abalanzó sobre Cunot y empezó a besarle. Cunot se encontraba atónito, pero aquello no le disgustaba y le siguió el juego. Entonces sus lenguas empezaron a danzar. Sus sentimientos ante eso eran de total indiferencia. Toria quiso llegar un poco más lejos pero Cunot se lo impidió, pensaba que no estaba prepa-rado. Acto seguido salió de la casa de Toria y se fue a su casa.
Al día siguiente Toria buscó a Cunot por todas partes para pedirle perdón y, tras una charla, quedaron como amigos. Con el tiempo ese “amigos” se convirtió en “mejo-res amigos”.
Dos años después de que ocurriese aquello Cunot se empezó a comer la cabeza. Tenía, lo que se dice, una crisis de identidad sexual. Aunque aquel beso hace dos años no le disgustó, no se veía saliendo con ningún chico, es decir, sentimentalmente no eran para él. Tras varios meses se aceptó tal como era, un heterosexual. Jurídicamente no había leyes que prohibieran este tipo de relaciones, pero socialmente no estaban bien vistas las relaciones heterosexuales.
Tras mucho meditarlo se dio cuenta de que esto no era nuevo, ya desde chico sentía algo hacia las mujeres, pero no quería expresarlo, no sabe por qué. Y se lo contó a Toria, su mejor amigo.
-Soy heterosexual –dijo Cunot.
Toria, al escuchar estas palabras, no supo cómo reaccionar, pero tras meditarlo algunos segundos lo acabó aceptando.
Total –pensó -, sigue siendo una persona y como tal debe ser respetada, no importa de qué sexualidad sea.

Cunot nunca olvidará el año en que cumplió 20 años. Estaba en la universidad cuando de pronto vio a una chica con el pelo negro, corto y liso. Unos ojos grises con los bordes azules. Una figura, aunque con pocas curvas, muy envidiable. Cunot, junto con muchas chicas del lugar, se quedó embobado mirando aquella belleza andante.
Cunot estudiaba Arquitectura, Toria estudiaba Ingeniería química y Naamara, así se llama la chica del pelo negro, estudiaba Medicina.
Además de guapa, inteligente –pensó Cunot, alterado.
El primer curso en la Universidad de Eironeia, Cunot estaba todo el tiempo observando a Naamara, viendo como rechazaba una chica tras otra de las más de treinta que le pidieron salir.
Tras enterarse, gracias a Toria, que Naamara era heterosexual decidió hablar con ella. También era muy simpática. Y tras varios meses de amistad Cunot le pidió salir y ella aceptó alegremente.
Cinco meses después de que empezasen a salir decidieron unirse, sin protección puesto que ninguno de los dos iba a quedarse embarazado y en ese momento no se conocía las ETS. A ambos le dolió pero tras varias prácticas pudieron disfrutar plena-mente del placer carnal.

Ya con 28 años a sus espaldas y varias semanas antes de que Naamara y Cunot quedasen encerrados en la cárcel, un grupo de totalitaristas heterófobos, racistas y xenófobos se alzaron con el poder y decidieron encarcelar a todos los extranjeros, heterosexuales y personas de distinta raza (ellos pensaban que había más de una raza en la especie humana, pobres ignorantes...).

Y así es como Cunot acabó en la cárcel, por ser algo que no ha elegido ser.
Se abrió la puerta y sin mediar palabra varios soldados totalitaristas cogieron a Cunot y, tras violarle en repetidas ocasiones, se lo llevaron a una habitación de gas con mucha más gente. El que estaba al mando estaba dispuesto a darle al botón del gas cuando de pronto escuchó algo. Era una bomba H que caía desde el cielo justo donde se encontraba Cunot. En esa bomba se encontraba la inscripción Deus Ex Machina.
Boooooooooooom
32 km. desde el centro de la explosión donde había, inexplicablemente un superviviente, era Cunot. Estaba en el suelo sentado, llorando y preguntándose qué había pasado. Y mientras, algo en su interior estaba pasando, estaba embarazado.
-WHAT THE FUCK!? –gritó irracionalmente Cunot.

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